Cuidado con creer que la batalla cultural empieza con argumentos. Ese es el gran error de quienes piensan que la verdad se impone por sí sola. El ser humano, antes que nada, es instinto, emoción y voluntad. La razón no es la chispa que enciende la acción, sino la estructura que la sostiene.
Ahí es donde el peronismo-kirchnerismo ha sido más astuto. Ellos no convencen: arrastran. No empiezan con debates, sino con relatos, símbolos y una épica que seduce. Defienden sus ideas con el fervor de quien sabe que la emoción es la llave del alma humana. Mientras tanto, muchos de nosotros nos refugiamos en la frialdad de los argumentos, sin darnos cuenta de que la verdad sin emoción es como una espada sin filo.
Nos enseñaron a ser temerosos, a ser prudentes, a esconder nuestras ideas detrás de la tibieza del perfil bajo. Y así callamos, en nuestros trabajos, en la universidad, incluso en nuestras propias casas.
Nos hicieron creer que manifestar nuestras ideas era un riesgo, que seríamos señalados y expulsados por "inmorales" o “nazis”. Han tergiversado el bien y el mal, lo justo y lo injusto, ensalzando al criminal y al ignorante sobre los pacíficos. Y, aunque muchas veces fueron minoría, se apropiaron del discurso público. Lo que no veíamos era que, detrás nuestro, había miles que pensaban igual pero callaban por miedo.
Milei rompió ese silencio. No conquistó con teoría, sino con emoción. Expresó con fuerza la indignación de millones de argentinos, canalizó nuestra bronca y, además, desplegó su erudición. Esa fue la clave: tocar primero el corazón y luego la razón.
Así es como ganamos y así volveremos a ganar.
Nietzsche lo comprendió con brutal claridad: detrás de toda razón hay una voluntad de poder. “Callar es peor; todas las verdades silenciadas se vuelven venenosas” (Nietzsche, Así habló Zaratustra,"La superación de sí mismo").
Por eso, la razón es un arma poderosa, pero solo si primero logramos que nos escuchen. El discurso más brillante será inútil si no hemos conquistado antes la atención, la emoción y la voluntad de quien nos oye.
No se trata de elegir entre emoción o razón, sino de usarlas en el orden correcto.
Tenemos la oportunidad de dar vuelta la historia. Que el miedo no nos calle. Que la pasión nos impulse. Que la razón nos sostenga.
Gisela Ruiz Díaz