Había recorrido más camino que el que sentía, pero debajo de la piel podía sentir el flujo de los tormentos. Mi mente obstinada y egoísta salía como un monstruo que encarnaba en aquellos a quienes amaba. Y detrás de ella la figura enorme del pentateuco que lucía como bronce y derramaba la sangre inocente de los que se habían sacrificado aún en estado puro.
Y ellos no veían, ignoraban quién estaba debajo; él luchaba por salir de su encierro y trataba de encarcelar sus deseos.
Nada es cierto, todo en todos ellos es imaginación... la realidad era más simple, siempre lo fue.
Me apedreaban por mis impulsos consumados y por atraer al círculo a los que no estaban preparados.
Mejor así... algo habrá en su fundamento, algo que aún no soy capaz de comprender. Me niego y rehúso a abusar de esas fuerzas, mas bien complacidas por mi precaución y desconfianza. Más tarde llegaré, y allí veré lo que buscaba ver y sabré si es cierto (...) los obstáculos saldrán a defender su terreno, pero tu imagen permanecerá inmutable.
Durará el dolor mucho o poco, y la respuesta está abierta a modificaciones de un alma que ve lo que quiere ver, donde y como quiere.
Habiendo dejado hasta el último aliento vital, retrocedo para volver a empezar, sin metas fijas y con una carga más.
Me he servido del cambio de algunos pronombres personales sólo para cubrir la desnudez de mi alma.
Gisela Ruiz Díaz
miércoles, 19 de enero de 2011
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