viernes, 7 de agosto de 2009

La estrella flamígera y la magia medieval




Caminando por una galería de Lomas de Zamora encontré algo que llamó mucho mi atención; en una vidriera se exponía entre otros cientos de anillos, uno que poseía el pentagrama. Eso me trajo muchos recuerdos de mi infancia envuelta en misticismos, recordé el olor de esos viejos libros de ocultismo que habían llegado a mis manos diez años atrás. Una sublime nostalgia me invadió y me invitó a entrar a aquél local y preguntar por él. Sorprendentemente para mí, este anillo estaba entre los más costosos, la belleza del metal lo valía, así que decidí adquirirlo…
Una vez en casa, lo saqué de su envoltorio y lo observe…estábamos a solas, él y yo; y pensé entonces en el signo del pantáculo, pensé también en el ternario que es el dogma universal, pensé en la intervención del hierofante, en fin… una semana después aún no había tenido el valor de colocármelo, sólo me dedicaba a observarlo, porque de esa forma sentía que me revelaba esos secretos que años atrás no había podido comprender. Ese anillo de plata, a través de vagas reminiscencias me persuadió de que las formas de los objetos son una modificación de la luz y que dan en ella, de donde el reflejo las envía.
Así la luz astral o el fluido terrestre que llamamos “el gran agente mágico” están saturados de imágenes o de reflejos de toda especie que nuestra alma puede evocar y someter a su diáphana, como dicen los cabalistas. Estas imágenes las tenemos siempre presentes y son borradas únicamente por las impresiones más fuertes de la realidad durante la vigilia, o por las preocupaciones de nuestro pensamiento que obliga a nuestra imaginación a estar desatenta al móvil panorama de la luz astral.
Cuando dormimos, este espectáculo se presenta por sí mismo a nosotros y así es como se producen los sueños; sueños incoherentes y vagos, si alguna voluntad dominante no permanece activa durante el sueño y no ofrece, a cuenta de nuestra inteligencia, una dirección al sueño que entonces se transforma en ensueño.
Recordé entonces a Descartes en su meditación acerca de la distinción entre el sueño y la vigilia, inmediatamente recordé su demostración racionalista de la existencia de Dios y en particular el fundamento de su inconmensurabilidad…de repente volví al signo, al Tetragrámaton, y vi ahí al Dios inconmensurable plasmado en la finitud de cada hombre.
De todas las veces que lo había visto jamás lo vi tan nítidamente. Fue recién entonces cuando le permití formar parte de mí. Y entendí en ese momento la verdadera relación entre confianza y conocimiento.


Gisela Ruiz Díaz


A continuación una breve cita de Eliphas Leví

“Si se nos pregunta cómo un signo puede tener tanto poder sobre los espíritus, nosotros preguntaremos a nuestra vez por qué el mundo cristiano se ha prosternado ante el signo de la cruz. El signo no es nada por sí mismo, y no tiene fuerzas sino por el dogma del que es resumen y palabra. Ahora bien: un signo que resume, expresándolas, todas las fuerzas ocultas de la naturaleza, un signo que siempre ha manifestado a los espíritus elementales y a otros un poder superior a su naturaleza, les infunde temor y respeto y los obliga a obedecer, por el imperio de la ciencia y de la voluntad sobre la ignorancia y la debilidad.
También por este mismo Pentagrama, se miden las proporciones exactas del grande y único hornillo necesario para la confección de la piedra filosofal y para el cumplimiento de la gran obra. El alambique más perfecto que puede elaborar la quinta esencia, está conforme con esta figura, y la misma quinta esencia está figurada por el signo de Pentagrama.”


continuará...

sábado, 11 de julio de 2009

No words...

Durante este ultimo tiempo, he encontrado cambios relevantes en mi propia conciencia, pero aún no consigo escuchar aquello que quiero escuchar ni ver eso que tanto se me ha ocultado. La razón me engaña por momentos, encuentro los caminos y decido no tomarlos, entonces qué?... entonces cambio, cambio de parecer y retrocedo, decido cultivar mi ignorancia, camuflarme entre la hostilidad y la promiscuidad para ser simplemente alguien más… en la medida en fui escalando la pirámide encontraba que en cada plataforma había menos gente que antes…cuántos cabrían en la cúspide entonces?...no lo sé.
El balance final no me ha dado déficit ni superávit, sólo tiempo perdido…y nada más.
Que quiero decir con todo esto? ...absolutamente nada, porque ya no tengo nada para decir. Sólo que…dejaré que me pase por encima.


Gisela Ruiz Díaz

martes, 26 de mayo de 2009

Acerca del amor:

Pasaban las 12 de la noche, cuando de repente la fluctuación del suelo comenzó a marearme, como siempre sentada frente al computador, le pregunte a éste si sabia algo acerca de la polución en algunas especies. Me dijo, que no sabía nada al respecto. Si yo tampoco sabia, ¿como entró hasta aquí el zorro que comenzaba a merodear el asilo del coyote?
Tales cuestiones trascendieron el plano de lo subterráneo para encontrarse cara a cara con el suburbio en plena luz de un día nublado, así me entere que los árboles eran sus cómplices…nadé hasta llegar a tierra firme y comencé inmediatamente a armar un carrusel que contuviese todas las almas que necesito, y que giren en derredor. Las olas se aplaudían unas a otras y llegaron a pelearse con su progenitor, así todos bailaron durante horas en la cúspide de la montaña, pero algo interrumpió el festín.
Ya habían pasado al 12 y se dieron cuenta que nada mas quedaría después de esto, se miraron y aunque sabían que eran felices, estornudaron sobre el pastel, y nada quedó de él. Ya había acabado con el concierto en aquél país, entonces volví, y encontré las mismas huellas que en todas las noches. Decidí seguir soñando porque sí, solo porque sí.


Ficciones, sólo ficciones...

Conclusión: (en proceso)