martes, 6 de abril de 2010

La encrucijada


Durante mi último viaje onírico, o por lo menos el último que recuerdo, me vi a mi misma dentro de una casa amplia, con un sutil estilo colonial que estaba pintada de blanco, no sólo su infraestructura sino también sus muebles y todo lo que en ella había. Sabemos, los discípulos del dogma, que la casa representa el cuerpo físico y que el color blanco indica pureza. Lo que no puedo explicar es cómo a través de los sueños podemos operar y divagar con el pasado y simultáneamente consumar hechos inconclusos de nuestra vida cotidiana ligados a imaginaciones coetáneas.
Mediante estos involuntarios ejercicios de anacronismo, busqué una representación de mi futuro o más bien de mi propio destino; de modo que me pregunté sobre las aspiraciones del ser, sobre aquello en lo que uno desea convertirse, sobre la fe depositada en la existencia de un ser potencial al cual dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo y voluntad. Entonces… ¿en qué deseo convertirme? ¿A quién dedico gran parte de mi vida elaborando metódica y deliberadamente su nacimiento? ¿Podré alguna vez verme cara a cara con mi alter ego?
En mi caso particular me veo atrapada en una dicotomía, una bifurcación difícil de transitar al unísono, ya que no se debe adorar a dos demiurgos. Por un lado la disciplina del razonamiento, el cultivo del intelecto; por el otro el orden de la creación, del arte, el adiestramiento de la espiritualidad, la transmutación…
En esta etapa de desorientación, tengo la desgracia de poseer dos brújulas que me guían en sentidos opuestos, por un lado el sentido común y por el otro el gnosticismo, y a pesar de ser brújulas contrapuestas, ellas se atraen y se rozan con vehemencia.
Filosofía, música… y la magia como intercesora.
Cada uno de nosotros está atraído hacia un círculo de relaciones que es su mundo y del que sufre la influencia. El hombre excéntrico en genio, es aquel que trata de formarse un círculo luchando contra la fuerza de atracción central de las corrientes establecidas. Si es así, mi destino es ser vencida en lucha o triunfar… “se puede morir en la obra, pero lo que se haya querido se cumple, porque la muerte es una verdadera asunción”. Cuando yo me eleve de la Tierra - decía el más grande de los iniciadores- yo lo arrastrare todo tras de mi.
Entretanto me dilato en mi decisión y sigo caminando hacia el santuario, aunque sus calles conserven recuerdos lúgubres, tribulaciones y estigmas… y sin saber si la casa blanca seguirá por siempre deshabitada…

Gisela Von Louzer

No hay comentarios:

Publicar un comentario